Los últimos rayos de sol doraban los mástiles de los barcos que terminaban de correr la última regata del campeonato Rolex Circuito Atlántico Sur. Se veían a los tripulantes desarmando maniobras, adujando cabos, doblando velas y lavando cubiertas, la marina estaba repleta de gente que iba y venía, subía y bajaba.En dos horas empezaba la tan esperada entrega de premios, el evento social principal que cierra cada año esta semana soñada para todos nosotros, cerré la escotilla y con el bolso en mano me fui a duchar. Mientras caminaba por la marina me detuve y miré hacia atrás, vi un escenario perfecto en donde solamente deseaba quedarme toda la vida, todos los días.
Los ojos se me llenaron de lágrimas, sabía que tenía que esperar un año más para volver a vivirlo, que “El Circuito” había terminado, y terminaron junto con él también otras cosas. Lo más lindo de este deporte es el entorno social que lo contiene; recibir ayuda mientras estamos quebrando en la banda, llorar y que nos alcancen un pañuelito, que nos escuchemos, que conectemos, que conozcamos personas de edades tan diversas que de ninguna otra manera podríamos hablar temas tan profundos, ni conocer nuestras miserias tan bien como cuando llevamos nuestro cuerpo cerca de los límites. Y por supuesto sentir el amor de los que se quedaron en casa y nos apoyan sin transmitir ni sombra de duda. Hemos vivido al extremo de nuestras libertades y pasiones durante una semana, escuchando cada cual su impulso y su libertinaje, sintiéndonos felices y dándonos cuenta, por las experiencias de cada día, de que realmente lo éramos –y algunos, tal vez, lo sigan siendo–. Disfrutamos de charlas triviales y agradecimos que así fueran a veces, conectamos y desconectamos. Se acercaba la hora de volver sola a casa, sin toda esta gente, volver a mi Punto Nemo, a compartir solo conmigo las anécdotas que hacen al campeonato ¿Se sentirán todos así? Vivimos la entrega de premios con la nostalgia que caracteriza a los finales. Tripulaciones enteras luciendo sus remeras y mostrando a través de ellas lo mejor de sí mismos, ganadores brindando en sus copas (las ganadas, sí), sonrisas por todas partes, palabras, expresiones, libertad.
Nos conocimos demasiado o demasiado poco, no importa, a cada cual lo suyo, ahora es momento de volver a casa, y de pensar, una vez más, que navegar es lo mejor que nos podría haber pasado.