21 Jun
21Jun

He aprendido que sin arriesgar algo es imposible ganar algo. También sé que sin conciencia de la muerte la vida resulta trivial. Que no quiero en ningún caso vivir una existencia vicaria. Una vez más he arriesgado voluntariamente mi vida y me he justificado, sobreviviendo.


*21 de Junio de 2022 - Destino final: ILULISSAT*

     50 días de navegación, 70 días de viaje más tarde, 250km al norte del Círculo Polar Ártico surca las aguas congeladas, metiendo las narices en medio de los hielos, el Aurora. La significancia de su nombre yace en mi por dos historias inherentes a mi infancia: La primera y más importante es que mi mamá, todas las mañanas, me leía un cuento de la aurora boreal. Ella me decía que al amanecer podría ver sus colores en el cielo y entendí años más tarde que nunca quiso desilusionarme, ya que en nuestras latitudes no ocurría dicho fenómeno. La segunda y no menos relevante, es una señora que conocí en Mar Chiquita y fue, junto con su marido (ambos de 70 años) mis únicos amigos hasta que conseguí niños de mi edad. Ellos me decían que era la Reina de Mar Chiquita -historia que mis allegados conocen bien- y al entrar a su casa junto al mar, una roca lucía su nombre: “Aurora”. Casualmente en mi adolescencia para Halloween mi abuela me supo hacer un hermoso disfraz de vaca al que bauticé inconscientemente con el mismo nombre, “La vaca Aurora, canten, canten… da leche fresca todas las mañanas.” Aquel significado fue un buen augurio a la hora de emprender este viaje que finalmente está terminando. 

     Arribamos con mucha nieve a un puerto caótico y desordenado, hundido sobre las laderas de los cerros que lo contienen, lleno de lanchas y barcos pesqueros amarrados porque sí en cualquier lugar. Y allí al fondo del canal, como determinando el final del camino -o un nuevo portal mágico- un puente con un cartel precario que subestimaba el nombre local: “ILULISSAT”. Yo contemplaba alucinada, bajo el sol de medianoche, esas monstruosas masas de hielo que lucían la insignificancia de mi propia existencia, y la conciencia, que antes me había amonestado por esta aventura, callaba ahora ante la gran victoria que había representado.  



La caza de ballenas y focas es lícita. En un restaurant gourmet, la lechuga era una delicatessen junto con las diversas carnes regionales! 

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