20 Sep
20Sep

     Tal vez sea momento de aceptar que soy una soñadora. Que las pasiones me permitieron ser protagonista de aventuras que no se pueden mejorar ni con la imaginación. Entendí que la ausencia de deseo no conduce a la felicidad sino a la angustia, y que no hay mayor dicha que vivir siempre deseando lo que falta. Sucede en el océano algo muy curioso; y es que cuanto más días restan para llegar a puerto, más proyectos se elaboran en mi mente sin culpa de no estar siendo realizados. Pareciera que el deseo se transforma en energía y tanto es así, que permite la ilusión de que al tocar tierra firme tendré la determinación necesaria para realizar todo aquello que había quedado pendiente. Y es que no hay nada que nos pueda alejar más de la muerte que elaborar proyectos, vivir pasiones, llenarse de deseo, amar cada cosa que sucede, sabiendo que aquel estado de júbilo tendrá un fin. Como si el tiempo fuese solo el presente y no es capaz de perderse. Como si fuera la última oportunidad que nos da el universo para sentir.


     Nos ha tocado habitar un tiempo breve y complejo que al universo parece importarle bien poco, y sin embargo es lo único que tenemos.

Comentarios
* No se publicará la dirección de correo electrónico en el sitio web.