Llegamos, armo la maniobra, el día anterior trabajamos mucho en el barco, pero hoy es hoy, hoy soltamos amarras, izamos la Mayor, probamos el Genoa, el pronóstico es tétrico. 5 minutos para la largada, voy a proa, canto la línea, largamos. Esto va a mojar.
Me pongo el traje de agua, moja, cada ola moja mucho, primer peeling, me quedan los brazos doliendo, costó arriarla por sota. No les voy a hablar de detalles técnicos porque vine acá a hablar del sufrimiento humano a bordo. Viene una ola, la proa se sumerge debajo, yo me sumerjo con la proa debajo de la ola, me agarro fuerte para no irme al agua, me siento en la Volvo, despincho la driza, la pincho en el palo, seguimos... otro peeling, ¡Vamos que esta vez se arría por barlo! Ah, pero se pincha por sota, la puta madre no hay una buena. Moja la ola, me golpeo contra todo lo que hay, se rompe el púlpito, no se dónde poner el pie ahora, resuelvo, entro, entortugo el Genoa y el anterior que arriamos, me mareo, salgo, muero de frío. Se hace de noche, soplan como 30 nudos, comemos unos sanguchitos como podemos, vomito sanguchitos como puedo, me siento mal, pido gancho, ¡Mamá me quiero ir! ¿Quién me manda a hacer estas cosas?
Hace frío, duermo tres horitas, me levanto sí, a hacer otro peeling, la línea de vida se me engancha en todas partes, llegar a proa ya es un desafío, The Twiligh Zone le dicen, por Dios que amanezca, sale el sol pero no calienta, calienta el sol y te hace bosta la cara, en la banda con el sol todo bien pero entrás a entortugar un genoa con el traje puesto y es asfixiante, no puedo creer que no hay un solo segundo en donde la pase bien. Estoy empapada, ya no queda ropa seca, mi traje chorrea agua y mis botas tienen charquito, pasaron 33 horas de regata y 12 peelings, 12 entortugadas de genoas, 3 empanadas y 5 horas de siesta, algunas en la banda mojándonos. Ah, la banda!! Ese lugar donde pasamos toda la regata, me duele el coxis, mucho, tengo frío y estoy temblando, otra vez se hizo de noche, se siente el olor a pino de Piriápolis, tengo hambre pero ya no quedan más empanadas, veo a la gente en la costa haciendo su vida de tierra y los envidio, viene otra ola y pum, nos barre, entre el frío, las olas y el desgaste físico siento que me voy a morir, pero sé que no me voy a morir. Pienso que ni loca corro a Río, pensaba lo mismo de Mardel y el año pasado corrí a Mardel, estúpido deporte.
Miserable, eso siento, que soy miserable, y viene otra ola y me moja a mí y al pedacito de chocolate que logré rescatar de la alacena, y yo sentada ahí, comiendo el chocolate salado, sin poder defenderme. Quiero llegar, por favor no me da el cerebro para seguir en estas condiciones, -¿Cuánto falta?- -25 millas.- No puedo creerlo, falta un montón, quiero ir al baño y estoy toda mojada, si voy, va a ser un quilombo volver a subirme las calzas, quiero llegar, me aguanto hasta Punta. Cada vez hace más frío, qué boluda no traje la campera de pluma, pero si se moja no funciona, nunca podría correr la Volvo, ¿Cómo se abriga esa gente? Dios mío ya se ven las luces pero hasta allá son como dos horas más -Viramos en 3, 2, 1....- cómo cuesta pasar de banda, tengo moretones por todos lados, las botas me sacaron ampollas, paso de banda y me golpeo sobre lo golpeado, volvemos a virar, y otra vez, y una vez más, ya no hay mas peelings pero hay 50 viradas....
“Qué lindo...” pienso “Ya se ve Punta”!