22 Oct
22Oct

     Disponiendo de poco dinero vine a Lloret de Mar a visitar a mi primo que hacía tres años que no no veía. Llegué hace casi una semana y para ser sincera, no dejo de pensar en la poca plata con la que viajo y me castigo pensando porqué no acepté trabajar de algo que no me gustara en Buenos Aires para poder estar disfrutando ahora en España, pero hoy fue diferente. 

     Me levanté y quise conocer Tossa de Mar, un pueblito a unos 12km de Lloret y para el que salen micros todas las horas, pero me enteré que hay un camino que se puede hacer a pie y así lo hice, fueron cuatro horas de ida y cuatro horas de vuelta. La primer hora de ida se trataba de un camino junto al mar que era un sueño, luego un pueblo en el que me perdí unas horas para conocerlo con una cala hermosa a sus pies, y las últimas dos horas se trataba un camino angosto y solitario por el monte. Ni bien tomé este camino por el monte tuve miedo, estaba sola y no había personas ni casas a menos de una hora de distancia. Empecé a pensar qué haría si había algún loco que quisiera hacerme algo, luego me convencí de que los europeos no eran como así, pero que había gitanos, ¿Y si me secuestraban y me llevaban a su comunidad? Sin embargo lo que más miedo me daba era que hubiera canívales, para ellos es tan lícito comer personas como para nosotros comer cerdo. Me senté con todo el temor que eso representaba e intenté explicarme que aunque tenga miedo, iba pasar lo que la Providencia decidiera... El sol a veces te abomba, ¿viste?

     Me tranquilicé, a los pocos kilómetros empecé a ver el mar azul y sentí una sensación de plenitud que nunca antes había sentido; estaba en el mediterráneo. Más que caminar, me parecía bailar; estaba en el mediterráneo. Entendí a mis pies como el medio de transporte que no quise tomar, era libre. El camino era naturaleza pura, y miraba un velero en el mar y no anhelaba estar ahí, porque ya lo había hecho, ya había pasado por Lloret con el barco. Entonces por unos minutos sentí que no necesitaba nada más en la vida, que mis sueños se habían cumplido, que podía morirme tranquila. Podían venir los gitanos o los caníbales y hacerme suya, que yo ya había cumplido todo mi anhelo.

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